La antigua ciudad de Medina Siyâsa es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del Islam Occidental.
Desde su origen del siglo XI, alcanzando su esplendor en los siglos XII y XIII convirtiéndose en una urbe de gran importancia con un amplio desarrollo urbanístico que albergó más de 700 casas y 4000 habitantes. De todo lo que ocupa Siyâsa sólo se ha excavado un barrio de 19 casas que conservan la estructura de calles principales y adarves. La distribución del interior de las viviendas se disponía en dos niveles, el superior para las alcobas y el inferior para la cocina y los salones de invierno y verano. El epicentro de la casa era el patio central, al que daban todas las estancias de la casa. Uno de los aspectos de mayor interés lo constituye la rica colección arquitectónica procedente de las casas desenterradas. Los restos arqueológicos de la medina se pueden visitar hoy día en el Museo de Siyâsa, en Cieza.
El primer rasgo es la estanqueidad de la casa a la calle, acentuado con el recodo que, como mínimo, separó la puerta de la primera estancia vividera. El núcleo de la casa era el patio, cuadrado o rectangular, pero siempre pequeño, en el que solía existir un pozo; sus galerías, que daban entrada a otras tantas salas y a la cocina, despensa, y tal vez, a una escalera, siempre muy pina y estrecha. El tercer rasgo consistía en la radical separación entre los hombres y las mujeres, que ocupaban partes distintas de la casa: los primeros usaban la zona representativa próxima a la entrada, mientras ellas vivían en la parte trasera o en los altos (que denomina harén, de haram, en el sentido de sagrado o prohibido). La cuarta es la casi total ausencia de muebles, reducidos a alacenas, esteras, cojines, arcas y tarimas con colchones para ser usadas como camas, por lo que la misma habitación sirvió para la vida diurna y para dormir, pues bastaba con correr unas cortinas, las que separaban las tarimas del resto de la sala.
Los ejemplos más viejos que se conocen son los de Samarra, cuya organización resumimos siguiendo a Herzfeld: una entrada cubierta conducía desde la calle o callejón a un espacioso patio cuadrado, en cuyo fondo se sitúa la pieza principal, en forma de T invertida, con otras salas en los rincones; cuando esta ordenación se repite, debe pensarse en zonas de invierno y verano, en muchas casas había patios menores, baños y pozos, e incluso alguna habitación para hacer el café y un sirdab; eran por lo general extensas, ya que sus varias decenas de habitaciones se desarrollaban en una sola planta. Los techos eran planos y los huecos adintelados, poseyendo la mayoría de las habitaciones un zócalo y el enmarque de ventanas y tacas decoradas con aplacados de yeso. Las ventanas iban acristaladas con grandes lentes de vidrio coloreado. El patio siguió la tradición de Madinat al-Zahra, con un rehundido cuadrado o rectangular en el centro que, por ser terrizo, debía estar sembrado. Si la casa era grande puede que el patio tuviese una galería cuyos andenes abrían cuatro tandas de habitaciones de las que la principal era un salón largo, en cuyos extremos existían alcobas, es decir, zonas para instalar las tarimas de las camas; en las casas mayores podía existir un salón para verano y otro para invierno.
La rueda hidráulica se transformó en la gran máquina de la Edad Media, aparte de ultilizarse en los regadíos, utilizándose en molinos harineros, en aserraderos, martillos y bombas, para accionar fuelles, para la batanadura de la lana, para exprimir la caña dulce, primer paso para la fabricación del azúcar; incluso fueron usadas ruedas hidráulicas para ayudar en el proceso de extracción de los minerales en la famosa mina del Potosí, en Bolivia. Las grandes ruedas hidráulicas medievales de madera desarrollaban una potencia máxima de cincuenta caballos de fuerza.
Se desarrolló una gran tecnología en campos como la hidráulica, sistemas de captación, canalización y almacenamiento además de ingenios y mecanismos.
El desarrollo tecnológico y científico de los musulmanes hispanoárabes les permitió adoptar y adaptar diversos medios y recursos técnicos para la prospección, captación, elevación, almacenamiento, distribución y uso de aguas, que propiciaron el desarrollo del regadío esencial para la agricultura hasta el punto de que fue el motor de una importante revolución agrícola en el siglo XI.
Para sacar el agua de pozos, fuentes, manantiales, o ríos se utilizaron diversos medios: la polea, el torno de mano horizontal y las ruedas elevadoras.
Para captar aguas subterráneas se utilizaron pozos y, quizás lo más conocido y relevante de las canalizaciones de agua en el mundo árabe, el famoso qanä que consiste, básicamente, en unas galerías subterráneas.
Acequia es un conducto por donde se transporta el agua para regar. Esta palabra proviene del origen árabe, estas construcciones, a pesar de ser conducciones de agua, difieren de los tradicionales canales heredados de los romanos. El uso principal es el riego del campo y la utilización de los planos y niveles del terreno para la distribución y conducción del agua, por lo que suelen distribuirse en ramales.
El desarrollo de este tipo de construcción hidráulica tuvo lugar sobre todo en la época árabe, y a lo largo de la costa mediterránea.
La alimentación del caudal de las acequias se realiza principalmente mediante azudes. En ocasiones, el sistema de captación se realiza mediante las llamadas acequias de careo.
En los ajibes el agua acumulada suele proceder de la lluvia recogida de los tejados de las casas o de las acogidas del entorno canalizadas hasta él.
Tras la muerte del profeta Mahoma, en el año 360, planteó el problema de la sucesión.
El islam se dividió en; sunitas, son los que siguieron a los primeros califas, posteriores a Mahoma; chiítas, los que sostuvieron la idea de seguir con las raíces de la familia del profeta. Mientras los sunitas representaban a la gran mayoría de los musulmanes, los chiítas eran una menoría. El único gobierno musulmán chiíta es el de Irán. Los sunitas tienen este nombre por la importancia que le dan a la Suna, la colección de dichos y hechos atribuidos a Mahoma y transmitidos en forma oral. Los chiítas obtienen este por la palabra chita que significa "partidarios" o "seguidores", refiriéndose a aquellos que consideran que la sucesión del Profeta es un derecho especial de la familia de éste, y a aquellos que en el campo de las ciencias y cultura islámicas siguen la escuela de la Casa del Profeta.